A él no le gustaban tus medias de rayas, por eso te las arrancaba a la menor ocasión.
Esa noche aparcó la impersonalidad en zona de residentes, y barrió tu vergüenza a lo largo de los siete pisos, y alabó la desnudez de tu alma sobre un colchón Flex y la cubrió de húmedos elogios.
Esa noche descubriste cuan amplio es el mundo y el calor que dsprende el sol, esa noche tu cintura albergó un mar de mentiras que se agolparon en tu boca para no salir jamás. Y sudor y éxtasis y delirio.
Y en el bosque de sábanas de seda tú seguías notando lo firme que era su pasión entre tus piernas, hasta que todas las emociones se fundieron en un inconsistente sueño. Y volvisteis a dormir de espaldas; tú contando naufragios en el gotelé de la pared y él repasando la alineación de algún equipo de fútbol femenino del norte de Europa. Suecia tal vez. Porque Suecia es fría y porque te gustaban las descargas eléctricas que recorrían tu columna vertebral cada vez que su gélido aliento chocaba contra tus inseguros labios. Incluso te hacían gracia los comentarios frivolamente malintencionados del vecino de al lado, que en vano intentaba acallar las embestidas del carísimo cabecero de ébano contra el vasto muro de las lamentaciones.
lunes
domingo
"Se dice que la pasión le hace a uno pensar dando rodeos".
Queman estas teclas las yemas de mis dedos. Es un ponzoñoso placer el volver a escribir; es una necesidad descargar tantas y tan variadas sensaciones, pensamientos y emociones sobre el papel. Pero, como ya he dicho, las teclas hacen que mis dedos ardan con la facilidad de la yesca. Quizás sea el castigo por haber abandonado tan adorado vicio. Pero; ¿qué más da, si lo escrito es efímero y el silencio sólo atrae la tempestad? La muerte es el único silencio eterno. La acción es tan inútil como la gloria pues, ganemos o perdamos, este mundo no tiene ningún valor y la única sabiduría se elabora en el tejido del desprecio.
Hacía días que no dormía, y noches también. Tal vez esta sea la definitiva. O sí. O no. O visigodos, ¿quién sabe? Pero quizás por el capricho de la divina providencia, o por el trastorno que produce en mi el olor del café expreso, Él estaba allí, en el mismo andén. En MI andén. Y, maldita sea, no podía hacer otra cosa más que mirarle. Su apolínea figura me hizo olvidar lo terrible y dionisíaco de este mundo. Su ropa impecablemente negra; su piel, perfecta, por supuesto. Una recortada barba cubría parte de su rostro, juntándose con las patillas que se perdían en el pelo, un tanto largo y descuidado. Sus ojos grises (o tal vez azules) e inquietos estudiaban cada movimiento que sacudía la estación. Capricho del destino, sus ojos grises o azules, o grises y azules, se reflejaban ahora en mis comunes ojos castaños. Sentí que su mirada escrutaba cada centímetro de mi cuerpo. Llegó un tren y subió, perdiéndose entre el gentío. Iba a acercarme al andén y a gritar, pero un cartel me prohibía aproximarme a la línea amarilla. Si le hubiera hecho caso a todo lo que he visto escrito, ya hubiera enmudecido hace mucho tiempo. Y me subí al tren. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿De qué otra manera hubiera podido calmar mi ansia? ¿No se estaba haciendo mi cama demasiado pequeña a la vez que se iba ablandando? Es este sentimiento de angustia y desazón el que dirige y legitima nuestras desesperantes vidas; lo cuál es bastante irónico. Al igual que el que mi cama sea demasiado blanda, a la vez que demasiado punzante, cada noche más. Y demasiado pequeña y tan solitaria que me parece tan vasta y desierta como un cenagal de Frisia. Le seguí. Me senté frente a él y abrí al azar el libro que ocupaba un hueco entre mi cartera y mis ganas de vivir; El Retrato de Dorian Gray "de qué me sirve saber de dónde vengo si aún no sé para dónde voy". Todo belleza y frivolidad. Sin embargo, nunca está de más frivolizar, pues en un mundo tan trascendental, la hipocresía empapa hasta el último de los estratos de cada uno. ¿Por qué, sino por temas de lo más frívolos, había yo subido a un tren equivocado con destino a “nosédónde”?
Se apeó en la siguiente parada y corrió a abrazar a una chica. Yo seguí andando y respirando con aceleración ascendente. Tanto empeño puse en no mirar que mi frente fue a dar contra un poste telefónico. Quiso la fatalidad que acabara en el centro de salud más cercano con todos mis miedos cosidos con diez puntos a mi testa. “El castigo purifica”. ¿Y si esa chica no era otra que su hermana o en su defecto su prima? ¿Y si, tal vez, las gafas de Gucci me habían fallado y no acerté a ver bien? ¿Y si el sol de este día nublado y gris me había cegado? ¿Y si todos los habitantes del continente asiático saltaran al mismo tiempo, cambiaría el planeta de órbita?
Y volví a casa, derrotada, con la cabeza palpitando incansablemente. Y volví a encerrarme entre las cuatro aborrecibles paredes color crema. Paredes color crema que rezuman ponzoña color crema. Volví a ser Alicia en el País de las Maravillas. Atrapada en un mundo sin sentido, ignorante y a punto de ser quemada o peor, decapitada. Me hubiera gustado saber cómo podría Schopenhauer sacarme de mi miseria personal. Sin embargo, los placeres, los sentimientos, son tan relativos… Las cosas no son tan malas ni tan buenas. Las cosas tan sólo nos lo parecen en la medida en la que afectan a nuestro ánimo. Estaba tocada, pero no hundida. Constreñida, dolida o no, YO era Alicia y no una esclava del reloj. Y así dejé de pensar en el chico que no fue, ni es, ni será mi Adonis.
Cai con relativa facilidad en los brazos de Morfeo (que no en los de Baco), depositando mis pensamientos sobre la almohada, a ver si se perdían como lágrimas en lluvia. “Mañana será otro día”. O no. ¿Quién sabe?
Y al lunes le siguió el martes, un bis del primero y que traería consigo al miércoles como estribillo. Maldita y cómoda rutina… Y algún día, miraremos todos hacia el cielo: los no tan niños, las madres y los economistas; y no veremos más que la estela de aquel barco que partió y cruzó los cielos, tripulado por piratas con los ojos de un azul grisáceo, poniendo rumbo a la tercera estrella a la derecha, todo recto y hasta el amanecer.
Hacía días que no dormía, y noches también. Tal vez esta sea la definitiva. O sí. O no. O visigodos, ¿quién sabe? Pero quizás por el capricho de la divina providencia, o por el trastorno que produce en mi el olor del café expreso, Él estaba allí, en el mismo andén. En MI andén. Y, maldita sea, no podía hacer otra cosa más que mirarle. Su apolínea figura me hizo olvidar lo terrible y dionisíaco de este mundo. Su ropa impecablemente negra; su piel, perfecta, por supuesto. Una recortada barba cubría parte de su rostro, juntándose con las patillas que se perdían en el pelo, un tanto largo y descuidado. Sus ojos grises (o tal vez azules) e inquietos estudiaban cada movimiento que sacudía la estación. Capricho del destino, sus ojos grises o azules, o grises y azules, se reflejaban ahora en mis comunes ojos castaños. Sentí que su mirada escrutaba cada centímetro de mi cuerpo. Llegó un tren y subió, perdiéndose entre el gentío. Iba a acercarme al andén y a gritar, pero un cartel me prohibía aproximarme a la línea amarilla. Si le hubiera hecho caso a todo lo que he visto escrito, ya hubiera enmudecido hace mucho tiempo. Y me subí al tren. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿De qué otra manera hubiera podido calmar mi ansia? ¿No se estaba haciendo mi cama demasiado pequeña a la vez que se iba ablandando? Es este sentimiento de angustia y desazón el que dirige y legitima nuestras desesperantes vidas; lo cuál es bastante irónico. Al igual que el que mi cama sea demasiado blanda, a la vez que demasiado punzante, cada noche más. Y demasiado pequeña y tan solitaria que me parece tan vasta y desierta como un cenagal de Frisia. Le seguí. Me senté frente a él y abrí al azar el libro que ocupaba un hueco entre mi cartera y mis ganas de vivir; El Retrato de Dorian Gray "de qué me sirve saber de dónde vengo si aún no sé para dónde voy". Todo belleza y frivolidad. Sin embargo, nunca está de más frivolizar, pues en un mundo tan trascendental, la hipocresía empapa hasta el último de los estratos de cada uno. ¿Por qué, sino por temas de lo más frívolos, había yo subido a un tren equivocado con destino a “nosédónde”?
Se apeó en la siguiente parada y corrió a abrazar a una chica. Yo seguí andando y respirando con aceleración ascendente. Tanto empeño puse en no mirar que mi frente fue a dar contra un poste telefónico. Quiso la fatalidad que acabara en el centro de salud más cercano con todos mis miedos cosidos con diez puntos a mi testa. “El castigo purifica”. ¿Y si esa chica no era otra que su hermana o en su defecto su prima? ¿Y si, tal vez, las gafas de Gucci me habían fallado y no acerté a ver bien? ¿Y si el sol de este día nublado y gris me había cegado? ¿Y si todos los habitantes del continente asiático saltaran al mismo tiempo, cambiaría el planeta de órbita?
Y volví a casa, derrotada, con la cabeza palpitando incansablemente. Y volví a encerrarme entre las cuatro aborrecibles paredes color crema. Paredes color crema que rezuman ponzoña color crema. Volví a ser Alicia en el País de las Maravillas. Atrapada en un mundo sin sentido, ignorante y a punto de ser quemada o peor, decapitada. Me hubiera gustado saber cómo podría Schopenhauer sacarme de mi miseria personal. Sin embargo, los placeres, los sentimientos, son tan relativos… Las cosas no son tan malas ni tan buenas. Las cosas tan sólo nos lo parecen en la medida en la que afectan a nuestro ánimo. Estaba tocada, pero no hundida. Constreñida, dolida o no, YO era Alicia y no una esclava del reloj. Y así dejé de pensar en el chico que no fue, ni es, ni será mi Adonis.
Cai con relativa facilidad en los brazos de Morfeo (que no en los de Baco), depositando mis pensamientos sobre la almohada, a ver si se perdían como lágrimas en lluvia. “Mañana será otro día”. O no. ¿Quién sabe?
Y al lunes le siguió el martes, un bis del primero y que traería consigo al miércoles como estribillo. Maldita y cómoda rutina… Y algún día, miraremos todos hacia el cielo: los no tan niños, las madres y los economistas; y no veremos más que la estela de aquel barco que partió y cruzó los cielos, tripulado por piratas con los ojos de un azul grisáceo, poniendo rumbo a la tercera estrella a la derecha, todo recto y hasta el amanecer.
Políticas de infancia
"Teníamos doce años
Y era la democracia
El derecho a revolcarse por los parques,
A comer caramelos los domingos…
El comunismo se daba algunas tardes
En que la lluvia construía
Charcos con ranas para todos,
En las que Rocío repartía
Besos para cuantos los necesitábamos.
Teníamos doce años
Y el fascismo era el maestro
Con cálculos y godos,
Con truenos de palmetas y tortazos,
Y castigos mirando a la pared
Como quien mira los jardines de Dogville,
Las casas de Manderlay.
Teníamos doce años
Y el capitalismo consistía en acumular
Todas las sonrisas de Lucía,
O en tener el monopolio de miradas de la Laura.
El anarkismo se daba si te rebelabas
Y no hacías los deberes,
O desafiabas la hora impuesta de llegada
Por tus padres,
O faltabas a misa los domingos…
Teníamos doce años,
Y era un socialismo utópico la infancia
Que empezaba a corromperse
En nuestros cuerpos,
Que empezaba a pudrirse en nuestras almas".
Y era la democracia
El derecho a revolcarse por los parques,
A comer caramelos los domingos…
El comunismo se daba algunas tardes
En que la lluvia construía
Charcos con ranas para todos,
En las que Rocío repartía
Besos para cuantos los necesitábamos.
Teníamos doce años
Y el fascismo era el maestro
Con cálculos y godos,
Con truenos de palmetas y tortazos,
Y castigos mirando a la pared
Como quien mira los jardines de Dogville,
Las casas de Manderlay.
Teníamos doce años
Y el capitalismo consistía en acumular
Todas las sonrisas de Lucía,
O en tener el monopolio de miradas de la Laura.
El anarkismo se daba si te rebelabas
Y no hacías los deberes,
O desafiabas la hora impuesta de llegada
Por tus padres,
O faltabas a misa los domingos…
Teníamos doce años,
Y era un socialismo utópico la infancia
Que empezaba a corromperse
En nuestros cuerpos,
Que empezaba a pudrirse en nuestras almas".
sábado
Prada
"Mujeres más feas arroparon estas sábanas, pensaste, y luego volviste a besarla por un rato… Tenías entonces 20 años y eras afiliado al partido comunista y creías aún en la utopía, en la esperanza…
Ella te habló de los caballos blancos de merengue que tenía en las fincas de su padre, de cómo el mar parecía insignificante visto desde la popa de su yate, de la sensación que se sentía cuando el aire de eucaliptos de la sierra te golpeaba el rostro en el descapotable…
Ella te habló de un mundo en que la gente se fragmenta en absurdas sociedades: ricos, menos ricos, pobres y más pobres, paupérrimos tal vez, quién sabe…(El mundo es tan ilógico y cretino que las personas se miden en dinero y no en riquezas de bondad, amabilidad o por lo que saben…)
Ella te lanzaba frases de amor como lanzaba las pelotas verdes en su club de tenis, en su club de padel…Sí, su abuelo había sido cierto cargo importante del Franquismo, pero desde entonces se habían prostituido ya algunas primaveras y ella no sabía apenas nada de la dictadura del Caudillo, ni había leído tampoco ningún libro neutral sobre el asunto...
Todos sus conocimientos sobre aquellas cuarenta años de opresión y libertad se limitaban a algunas frases partidistas escuchadas a sus padres, a algunas oraciones aprendidas de otras ignorantes como ella…No las razonaba si quiera, se limitaba a cacareártelas como un loro… y tú, que sabías de que iba todo aquello te reías y no pensabas más que en follártela… Sí, más que en follártelas porque entonces decías que, hacer el amor era sólo digno de los comunista, y follar era lo propio de los fachas…Tenías, ya te dije, 20 años…y tampoco llevabas razón en tus comentarios porque, Cupido jamás se puso nunca una camisa roja o de falange, y se negó, como bien sabes, a entender de clases, clubes o sociedades.
Luego ella se quitó esa ropa de boutique francesa que llevaba y se quedó completamente desnuda. Era la primera vez que veías a una facha desnuda, y descubriste que en el fondo era como todas: con sus pecas divinas en la espalda, con alguna cicatriz de cuando niña…Eso sí, olía a cierto perfume caro que amargaba en los labios cuando recorrías con tu lengua, lento, su cuerpo…
Luego te tumbaste desnudo sobre ella e introdujiste en su bostezo tu gran falo…Y la primera vez que entró pensaste para ti, en tus adentros: ésta por Marx, y la segunda fue por Proudom, y la tercera por Lenin, y por Bakunin la cuarta, la quinta fue por Trotsky, y por Mao dejaste que se adentrara la sexta….y así llegaste hasta Nikita Kruschev pasando por Pablo Iglesia…y al poco tiempo sucumbiste con Carrillo…!y que pereza!
Ella se marchó al poco tiempo de tu casa. Aún sé que recuerdas su falda aleteando con el viento golfo de la amanecida, su rostro alejándose deprisa por la acera… mientras tú silbabas la Internacional observándola a través de la ventana.
Porque todas las mujeres desnudas son iguales, pensaste, y por eso lo que más te empezó a gustar de ellas fue su bondad, su inteligencia...y dejaste a un lado el pensamiento, los ideales...
Desde entonces han pasado ya algunos años…y te has casado con Margarita y hoy eres alcalde del PP en el pueblo de tu infancia, te has dejado barba y barriga, has perdido pelo, no te acuerdas de Marx ni de Bakunin, vas a los toros, fumas puros…y dices que la vida nunca fue del color de la esperanza…"
Ella te habló de los caballos blancos de merengue que tenía en las fincas de su padre, de cómo el mar parecía insignificante visto desde la popa de su yate, de la sensación que se sentía cuando el aire de eucaliptos de la sierra te golpeaba el rostro en el descapotable…
Ella te habló de un mundo en que la gente se fragmenta en absurdas sociedades: ricos, menos ricos, pobres y más pobres, paupérrimos tal vez, quién sabe…(El mundo es tan ilógico y cretino que las personas se miden en dinero y no en riquezas de bondad, amabilidad o por lo que saben…)
Ella te lanzaba frases de amor como lanzaba las pelotas verdes en su club de tenis, en su club de padel…Sí, su abuelo había sido cierto cargo importante del Franquismo, pero desde entonces se habían prostituido ya algunas primaveras y ella no sabía apenas nada de la dictadura del Caudillo, ni había leído tampoco ningún libro neutral sobre el asunto...
Todos sus conocimientos sobre aquellas cuarenta años de opresión y libertad se limitaban a algunas frases partidistas escuchadas a sus padres, a algunas oraciones aprendidas de otras ignorantes como ella…No las razonaba si quiera, se limitaba a cacareártelas como un loro… y tú, que sabías de que iba todo aquello te reías y no pensabas más que en follártela… Sí, más que en follártelas porque entonces decías que, hacer el amor era sólo digno de los comunista, y follar era lo propio de los fachas…Tenías, ya te dije, 20 años…y tampoco llevabas razón en tus comentarios porque, Cupido jamás se puso nunca una camisa roja o de falange, y se negó, como bien sabes, a entender de clases, clubes o sociedades.
Luego ella se quitó esa ropa de boutique francesa que llevaba y se quedó completamente desnuda. Era la primera vez que veías a una facha desnuda, y descubriste que en el fondo era como todas: con sus pecas divinas en la espalda, con alguna cicatriz de cuando niña…Eso sí, olía a cierto perfume caro que amargaba en los labios cuando recorrías con tu lengua, lento, su cuerpo…
Luego te tumbaste desnudo sobre ella e introdujiste en su bostezo tu gran falo…Y la primera vez que entró pensaste para ti, en tus adentros: ésta por Marx, y la segunda fue por Proudom, y la tercera por Lenin, y por Bakunin la cuarta, la quinta fue por Trotsky, y por Mao dejaste que se adentrara la sexta….y así llegaste hasta Nikita Kruschev pasando por Pablo Iglesia…y al poco tiempo sucumbiste con Carrillo…!y que pereza!
Ella se marchó al poco tiempo de tu casa. Aún sé que recuerdas su falda aleteando con el viento golfo de la amanecida, su rostro alejándose deprisa por la acera… mientras tú silbabas la Internacional observándola a través de la ventana.
Porque todas las mujeres desnudas son iguales, pensaste, y por eso lo que más te empezó a gustar de ellas fue su bondad, su inteligencia...y dejaste a un lado el pensamiento, los ideales...
Desde entonces han pasado ya algunos años…y te has casado con Margarita y hoy eres alcalde del PP en el pueblo de tu infancia, te has dejado barba y barriga, has perdido pelo, no te acuerdas de Marx ni de Bakunin, vas a los toros, fumas puros…y dices que la vida nunca fue del color de la esperanza…"
domingo
Por un futuro orientado hacia una esquina...
…Donde Narciso se masturba a orillas de su reflejo.
Al lado de la ventana, el diván del ser o no ser
Donde reposa tu espalda destilando fantasía
Con vistas al patrimonio del pecado,
A las profesionales del desliz.
Con aire acondicionado, alarma antirrobo y detector de humos,
Por si acaso se cuela el pirómano de las promesas incumplidas.
Una cocina con barra americana y un horno balay
Para asar los pájaros que rondan mi cabeza,
Y un reloj de pared con un restraso de 10 minutos.
Un minibar para mojar al amanecer los churros en cerveza.
El sofá entre tus piernas,
Donde se queman las primaveras de mi niñez,
Km 0, el comienzo de las carreteras,
Y en la pared un lienzo a grandes pinceladas de locura.
Un baño perfumado y un WC que no se atasque,
Para poder vomitar tranquilamente las borracheras,
Y con una bañera donde apuñalar la sensatez
Y un espejo grande para ensayar discursos tontos
Y para reventar los granos en el alma de mi pubertad.
Una cancha para esquivar los duros pelotazos de la vida,
Y en el tejado un para-rayos de dudas.
Y un cuarto oscuro donde la muerte por 2 € te hace un francés.
Mi habitación con acceso vetado al polvo sin pasión de los casados,
La cama, eutanasia de las ojeras, donde he hipotecado tantos momentos a tu lado.
Un comedor para digerir un futuro sin pasado,
Y una salita donde discuten los poetas fracasados.
Ah! Y un desván para guardar
A los que viven el verbo vivir al filo de la muerte,
A los que nunca encuentran un chupito demasiado fuerte,
A los teloneros, a los que se han quedado calvos por echar al aire tantas canas,
A las actrices porno cuarentonas y a las estrellas del rock olvidadas.
Al lado de la ventana, el diván del ser o no ser
Donde reposa tu espalda destilando fantasía
Con vistas al patrimonio del pecado,
A las profesionales del desliz.
Con aire acondicionado, alarma antirrobo y detector de humos,
Por si acaso se cuela el pirómano de las promesas incumplidas.
Una cocina con barra americana y un horno balay
Para asar los pájaros que rondan mi cabeza,
Y un reloj de pared con un restraso de 10 minutos.
Un minibar para mojar al amanecer los churros en cerveza.
El sofá entre tus piernas,
Donde se queman las primaveras de mi niñez,
Km 0, el comienzo de las carreteras,
Y en la pared un lienzo a grandes pinceladas de locura.
Un baño perfumado y un WC que no se atasque,
Para poder vomitar tranquilamente las borracheras,
Y con una bañera donde apuñalar la sensatez
Y un espejo grande para ensayar discursos tontos
Y para reventar los granos en el alma de mi pubertad.
Una cancha para esquivar los duros pelotazos de la vida,
Y en el tejado un para-rayos de dudas.
Y un cuarto oscuro donde la muerte por 2 € te hace un francés.
Mi habitación con acceso vetado al polvo sin pasión de los casados,
La cama, eutanasia de las ojeras, donde he hipotecado tantos momentos a tu lado.
Un comedor para digerir un futuro sin pasado,
Y una salita donde discuten los poetas fracasados.
Ah! Y un desván para guardar
A los que viven el verbo vivir al filo de la muerte,
A los que nunca encuentran un chupito demasiado fuerte,
A los teloneros, a los que se han quedado calvos por echar al aire tantas canas,
A las actrices porno cuarentonas y a las estrellas del rock olvidadas.
lunes
En el desván...
... hay esquimales llorando al lado del radiador, en el cenicero se consume la juventud de cabellos dorados, por el prado de las mandrágoras, en la senda del alcohol hace autostop la quimera, hay minas de lágrimas bajo viejas fotografías en sepia, veo una canoa de párpados, una estantería de labios pintados por el amanecer de calles desiertas y al pie de la escalera,un gato sordo de escayola escupe bolas de desesperación.
domingo
El transoceanico de Kike.
"Desabrochó la camisa con impacientes dedos y me despojé de la misma. Caída la coraza superior, quedé reducida a lo que llevaba de cintura para abajo. Pensé que en ese punto se detendría el desnudamiento, pero erré en el cálculo. Él me rogó que no permitiera que lo poco que quedaba de mi ropa le privara una vista completa de mi persona, y así yo, harto obsequiosa, consentí de buena gana a lo que él quisiera. En un instante pues, me abrió la falda y cayó ésta a mis pies.
Me encontraba ahora de pie, tal y como me habían traído al mundo, ante mi juez, al que no parecía desagradar el panorama. No había, sin embargo, perdido yo del todo mi pudor, por lo cual sentía aun gran turbación ante el estado en el que me veía; pero mi buen galán, me colmó de halagos, lo que me enorgulleció enormemente el haber pasado la prueba con el beneplácito del docto.
Mi amigo, que me tenía a su disposición, quiso satisfacer su curiosidad hasta tal extremo que me colocó en todo tipo de posturas, luces y trasluces que imaginar se pueda, no sin permitirse pausas para besarme o las libertades que movían sus manos vagabundas, que ahuyentaban la verguenza y dejaban un calido arrebol de deseo allí por donde pasaban.
Y entonces, agotados todos los medios del deleite de la vista, mi compañero se arrancó la ropa y, entre el calor que guardaba la estancia cerrada y el ardor contagioso de la escena, se despojó de la ropa interior, dejando expuesta su carga que, orgullosa enarbolaba su ariete de cabeza monda y bermeja. Tiro de mí y me colocó cerca de su regazo, pues se encontraba de pie justo ante mí, y aproximando su particular ídolo a la dulce hendidura del placer, apuntó dentro y con ayuda de un empujoncito mío hacia delante, lo introdujo de una echándose mis muslos a sus caderas, y lo hundió, milímetro a milímetro, hasta el fondo. Y así, clavada en el eje del amor y agarrada a su cuello, me cogió y me llevó pegada a su vientre hasta el viejo sillón sin aflojar su abrazo ni salirse de la reguera, y me sentó para dar comienzo a la trilla del placer. Cargaba mi amante con un vigor sin desmayo, a lo que yo respondía, complacida en sobremanera, con avidos movimientos que le dieran mayor facilidad y placer. Besos, caricias y suaves susurros entraron en juego hasta que, al sentir su cálida rociada en mis entrañas, me vi transportada al mas exquisito éxtasis".
Me encontraba ahora de pie, tal y como me habían traído al mundo, ante mi juez, al que no parecía desagradar el panorama. No había, sin embargo, perdido yo del todo mi pudor, por lo cual sentía aun gran turbación ante el estado en el que me veía; pero mi buen galán, me colmó de halagos, lo que me enorgulleció enormemente el haber pasado la prueba con el beneplácito del docto.
Mi amigo, que me tenía a su disposición, quiso satisfacer su curiosidad hasta tal extremo que me colocó en todo tipo de posturas, luces y trasluces que imaginar se pueda, no sin permitirse pausas para besarme o las libertades que movían sus manos vagabundas, que ahuyentaban la verguenza y dejaban un calido arrebol de deseo allí por donde pasaban.
Y entonces, agotados todos los medios del deleite de la vista, mi compañero se arrancó la ropa y, entre el calor que guardaba la estancia cerrada y el ardor contagioso de la escena, se despojó de la ropa interior, dejando expuesta su carga que, orgullosa enarbolaba su ariete de cabeza monda y bermeja. Tiro de mí y me colocó cerca de su regazo, pues se encontraba de pie justo ante mí, y aproximando su particular ídolo a la dulce hendidura del placer, apuntó dentro y con ayuda de un empujoncito mío hacia delante, lo introdujo de una echándose mis muslos a sus caderas, y lo hundió, milímetro a milímetro, hasta el fondo. Y así, clavada en el eje del amor y agarrada a su cuello, me cogió y me llevó pegada a su vientre hasta el viejo sillón sin aflojar su abrazo ni salirse de la reguera, y me sentó para dar comienzo a la trilla del placer. Cargaba mi amante con un vigor sin desmayo, a lo que yo respondía, complacida en sobremanera, con avidos movimientos que le dieran mayor facilidad y placer. Besos, caricias y suaves susurros entraron en juego hasta que, al sentir su cálida rociada en mis entrañas, me vi transportada al mas exquisito éxtasis".
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