miércoles

Vomitorium

Deberíamos dar forma a todo pensamiento, expresión a cada sentimiento, realidad a cada sueño. Hay demasiados evanistas y pocos escultores. Cada impulso reprimido se

refugia envenenando nuestra mente. Sólo hay un modo de vencer la tentación y es uniéndose a ella. Si la resistes, el alma enfermará.

Hay que vivir la temporada que el mundo nos brinda, pues al envejecer la memoria nos mortifica con imágenes de las oportunidades perdidas.

Mi vida es un pozo de patetismo mezclado con virutas de decepción. Pleno siglo XXI, Doraemon no existe y probablemente ningún Mesías del futuro venga a salvarnos. No hay alicientes, no hay récord que batir. Los titiriteros mueven los hilos, los coreógrafos marcan el ritmo y nosotros bailamos, como máquinas. Demasiadas coreografías y pocas improvisaciones.

Pero ese viernes, decidí ir al museo. Ese viernes, me hallaba paseando entre hileras de retratos, paisajes y desnudos. Retratos de hombres y mujeres para los cuales el tiempo se detuvo en las seis de la tarde. Hombres y mujeres que dejaron su edad dorada en el marco plateado y miraron la diabólica pintura que, años más tarde, seguía devolviéndoles una sonrisa fresca y joven, una sonrisa sin marcas mientras que el modelo se marchitaba. El arte es tan bello y tan necesario... El arte se encuentra en cada acorde, en cada pincelada. Tal vez algún día abramos la puerta del desván y seamos capaces de mirar a los ojos a ese lienzo que guardamos cubierto por una sábana. Tal vez algún día la vida de los hombres y de las mujeres sea tan plena, tan satisfactoria que no necesite del arte. Mientras tanto...