lunes

En el desván...

... hay esquimales llorando al lado del radiador, en el cenicero se consume la juventud de cabellos dorados, por el prado de las mandrágoras, en la senda del alcohol hace autostop la quimera, hay minas de lágrimas bajo viejas fotografías en sepia, veo una canoa de párpados, una estantería de labios pintados por el amanecer de calles desiertas y al pie de la escalera,un gato sordo de escayola escupe bolas de desesperación.

domingo

El transoceanico de Kike.

"Desabrochó la camisa con impacientes dedos y me despojé de la misma. Caída la coraza superior, quedé reducida a lo que llevaba de cintura para abajo. Pensé que en ese punto se detendría el desnudamiento, pero erré en el cálculo. Él me rogó que no permitiera que lo poco que quedaba de mi ropa le privara una vista completa de mi persona, y así yo, harto obsequiosa, consentí de buena gana a lo que él quisiera. En un instante pues, me abrió la falda y cayó ésta a mis pies.
Me encontraba ahora de pie, tal y como me habían traído al mundo, ante mi juez, al que no parecía desagradar el panorama. No había, sin embargo, perdido yo del todo mi pudor, por lo cual sentía aun gran turbación ante el estado en el que me veía; pero mi buen galán, me colmó de halagos, lo que me enorgulleció enormemente el haber pasado la prueba con el beneplácito del docto.
Mi amigo, que me tenía a su disposición, quiso satisfacer su curiosidad hasta tal extremo que me colocó en todo tipo de posturas, luces y trasluces que imaginar se pueda, no sin permitirse pausas para besarme o las libertades que movían sus manos vagabundas, que ahuyentaban la verguenza y dejaban un calido arrebol de deseo allí por donde pasaban.
Y entonces, agotados todos los medios del deleite de la vista, mi compañero se arrancó la ropa y, entre el calor que guardaba la estancia cerrada y el ardor contagioso de la escena, se despojó de la ropa interior, dejando expuesta su carga que, orgullosa enarbolaba su ariete de cabeza monda y bermeja. Tiro de mí y me colocó cerca de su regazo, pues se encontraba de pie justo ante mí, y aproximando su particular ídolo a la dulce hendidura del placer, apuntó dentro y con ayuda de un empujoncito mío hacia delante, lo introdujo de una echándose mis muslos a sus caderas, y lo hundió, milímetro a milímetro, hasta el fondo. Y así, clavada en el eje del amor y agarrada a su cuello, me cogió y me llevó pegada a su vientre hasta el viejo sillón sin aflojar su abrazo ni salirse de la reguera, y me sentó para dar comienzo a la trilla del placer. Cargaba mi amante con un vigor sin desmayo, a lo que yo respondía, complacida en sobremanera, con avidos movimientos que le dieran mayor facilidad y placer. Besos, caricias y suaves susurros entraron en juego hasta que, al sentir su cálida rociada en mis entrañas, me vi transportada al mas exquisito éxtasis".