Él bien puede ser reflejo
trunco de mi mala memoria,
un orbe intemporal que nunca se nombra;
una llamada sin contestar
a un futuro que quizás ni exista.
O quizás sea un mal sueño,
la cita con mis quimeras nocturnas;
o un deseo alto de ojos grises
que cabecea en el diván de la ilusión
mientras frota su descuidada barba
y enarca su ceja izquierda.
Y aunque es esquivo y demora su llegada,
aguardo, a diario, absorta
en medio de este “no ocurrir nada”,
sacudiendo de tarde en tarde
el polvo de la desesperación
que vuelve, manso, con el crepúsculo.
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