Una princesa sin sangre azulada
Encerrada en una torre
Y desprovista de corona,
Que contaba ovejas de humedad en
la pared.
Se le habían descolgado las
ideas,
(le quedaban ya por el ombligo)
Y que entre los pliegues de la
noche
Guardaba todos los sueños del
mundo.
Envuelta en protocolos,
Sentada aguarda en su sillita de
oro,
Pensando tal vez en el rey de las
islas esmeralda,
En cuyo imperio siempre duerme el
sol.
Una tarde cualquiera de un martes
cualquiera,
Desvestido de realeza cuerpo y
alma,
Cota de malla agujereada
Y espuelas oxidadas,
Paje embutido en harapos
Rocín famélico
Tras tantos viajes psiconáuticos.
Pisoteando la conciencia de estar
existiendo
Mira con la incomodidad de la
cabeza torcida
A la de los ojos castaños.
¿A quién se le ocurre vivir en un
séptimo sin ascensor?
Y jadeante maldice
A todos los Ulises y a Calderón
de la barca
Y a todos los productores de cine
americano.
Se despierta la madrastra
¿y ahora qué?
Él morirá y ella morirá,
Y un día morirá el corcel que
cabalgó millas
Y se borrarán las millas
cabalgadas.
Morirá después la torre y también
la heladería de la esquina,
Y sepultarán las piedras los
sabores del verano.
Después morirá la estrella que
alumbró todo esto.
Y mientras, en otros mundos
Otros Él cabalgarán millas
Mientras otras Ella duermen la
espera
Entre sábanas de 75% algodón.